Somos lo que comemos y en la actualidad los
productos transgénicos forman parte de nuestra dieta. Soja, maíz y patatas son
algunos de los organismos modificados genéticamente ‒también conocidos como
OMG‒ que podemos encontrar en el mercado desde hace años. Los transgénicos son,
según el Consejo Interministerial de Organismos Modificados Genéticamente,
“aquellos cuyo material genético ha sido modificado de una manera que no se
produce de forma natural en el apareamiento o en la recombinación natural”. Su
origen artificial, desde los primeros transgénicos como la insulina y la timosina (proteína para fabricar el queso), ha sido motivo de discusiones acerca de su salubridad durante
tres décadas.
Hay dos tipos de modificación genética en los
transgénicos: una modificación que hace que los productos sean resistentes a
determinadas composiciones químicas y otra modificación que hace que los
productos segreguen unas sustancias. El maíz NK603 es un ejemplo de producto
transgénico ya que es resistente a una composición química concreta: el
Roundup. El Roundup, compuesto por glifosato, es un herbicida que extermina
todas las malas hierbas y los insectos que están en el campo, de manera que
solo sobrevive la planta de maíz transgénico. “Este tipo de transgénicos hacen
necesario el uso de una mayor cantidad de productos químicos”, comenta
Natividad Miguel, profesora del departamento de Ingeniería Química y
Tecnologías del Medio Ambiente de la Universidad de Zaragoza. “Esto tiene
repercusión a largo plazo en la alimentación ya sea por la presencia de tóxico
o la probabilidad de originar alergias”, explica Miguel. Las semillas de maíz
transgénico y el herbicida al que resisten son creados y comercializados por la
misma empresa. Los dos vegetales transgénicos que la Unión Europea permite
cultivar corresponden al segundo grupo de transgénicos: los que segregan una sustancia
específica. Por un lado, la patata “amflora” ‒que sirve para fabricar almidón con
características más útiles que las patatas naturales para el sector industrial;
se cultiva en Alemania y Suecia‒ y, por otro lado, el maíz MON810. En España, solo se cultiva el
segundo.
Imágen que resume la creación de un transgénico del segundo tipo.
La modificación genética del maíz MON810 es
la incorporación de un gen que permite a la planta ser resistente a las plagas
del taladro del maíz. “Los taladros de maíz Ostrinia
nubilalis y Sesamia nonagrioides
son considerados como una de las plagas de mayor repercusión económica para la
producción del maíz en España”, según el informe Evolución de la superficie estimada de siembra de maíz modificado
genéticamente en España, publicado por el Ministerio de Agricultura,
Alimentación y Medio Ambiente. El gen que se inserta en el material genético
del maíz pertenece a la bacteria Bacillus
thuringiensis ‒de ahí el nombre del maíz transgénico: maíz Bt. Gracias a la información del
gen de la bacteria, el maíz fabrica una proteína que mata a los insectos pertenecientes a la plaga del taladro que
muerden la planta, lo que reduce los riesgos de pérdidas asociados a la plaga
del taladro. Esta proteina solo afecta a esta variedad de insectos, siendo inofensiva para el resto de especies.
El objetivo más importante del uso de
transgénicos, según el cuaderno de seguridad del maíz MON810 de Monsanto, la
principal empresa multinacional distribuidora de semillas de maíz transgénico
en España, es “una disminución de los requerimientos de maquinaria o trabajos
adicionales, necesarios para la protección del cultivo, lo que permite a los
agricultores pequeños y grandes, un mejor aprovechamiento del tiempo y de los
recursos”.
Los transgénicos son mierda
ResponderEliminarMierda de la buenaaaaa
ResponderEliminar