sábado, 18 de mayo de 2013

Los transgénicos causan problemas de salud, ¿sí o no?


Los alimentos transgénicos son motivo de debate por diversas cuestiones, muchas de ellas tratadas en este blog. Pero si hay una cuestión que preocupa a todos por igual es la posibilidad de que la modificación genética que sufren estos alimentos incremente del riesgo de provocar problemas de salud, especialmente alergias.
Tal como explica Catalina Rodríguez desde el Observatorio de Seguridad Alimentaria de la UAB, la producción de alérgenos en los alimentos transgénicos puede deberse a diversos motivos, todos ellos en actual investigación: “La alergia a un OGM puede ser debida al material genético transferido, a la formación inesperada de un alérgeno o a la falta de información sobre la proteína que codifica el gen insertado” (puedes leer el artículo completo aquí).
A lo largo de los últimos años se han venido realizando estudios diversos que ponen en entredicho la seguridad de este tipo de alimentos. Aunque no hay una clara opinión al respecto, las voces de alarma han surgido desde puntos tan diversos que merecen la pena ser escuchadas, aunque tan solo sea de modo preventivo.
Estudios y organismos que advierten de su peligrosidad
Aunque son varias las entidades que advierten de su riesgo, aquí vamos a nombrar concretamente a dos.
La primera fuente es el Doctor Jospeh Mercola, profesional médico por la Universidad de Illinois que no duda de las consecuencias inevitables que ocasionará el consumo de transgénicos, aunque dichas consecuencias no serán palpables hasta dentro de algunos años. Él responde precisamente a la pregunta que más de uno se hace, si tan malos son los transgénicos y están tan extendidos, ¿por qué sus efectos no son más evidentes?
 
Mercola responde que los efectos de los transgénicos a día de hoy son solo evidentes en ratas de laboratorio, ya que al tener un organismo y una vida media menor a la humana desarrollan los síntomas con mucha rapidez. En los humanos aún tardaremos un tiempo (se habla de décadas) en sufrir los efectos. Aunque esta pequeña ventaja temporal debería suponer un alivio, lo cierto es que la falta de pruebas más físicas hace que la preocupación sea menor, y que para cuando suframos realmente los transgénicos, estos ya estarán tan integrados en nuestro organismo y en nuestra dieta que no quedará mucho por hacer.
 
Mercola cita en su investigación el primer estudio (Food and Chemical Toxicology September 19, 2012) que demuestra que los trangénicos son un riesgo real para la salud. El estudio va más allá de las alergias para demostrar que tumores, daño en los órganos o muerte prematura son las consecuencias de tomar alimentos transgénicos en la dieta diaria.  La labor del doctor Mercola es muy extensa y laboriosa, para todo aquel que tenga interés (y estómago), puede continuar con la lectura aquí.
La segunda organización que realiza una labor constante en la defensa de los argumentos contrarios a los transgénicos es Greenpeace. Las razones que llevan a esta ONG a posicionarse en contra de los alimentos modificados genéticamente son muchas, algunas relacionadas con el medio ambiente, y otras con la salud.
 Greenpeace se remite a ejemplos más concretos de lo que puede resultar del consumo de transgénicos de los que ahora todavía no desconfiamos. Uno de ello es el caso del maíz Starlink, que tanta polémica causó en su momento por causar graves alergias y acabar considerándose no apto para el consumo humano. Así como hace referencia a estudios que demuestran que los transgénicos pueden transferir a las bacterias la resistencia a algunos antibióticos que dejarían de tener efectividad, y que a su vez ha sido denunciado por la asociación de médicos británica.
 
Empresas que defienden la seguridad de su consumo
Una de las mayores defensoras de la modificación genética en alimentos es precisamente la industria Monsanto. Desde este blog consideramos que los alegatos de Monsanto obedecen a una estrategia comercial y no a una responsabilidad moral y social con la población, por lo que sus argumentos quedan ilegitimizados y no tendrán espacio aquí.
No obstante y dado que nos consideramos objetivos en todo lo posible, queremos hacer llegaros la opinión de otro gran peso pesado de la agricultura española. Se trata de la Fundación Antama, que promueve las nuevas tecnologías aplicadas a la agricultura, y quien asegura que los alimentos transgénicos causan tantas alergias como los convencionales. Aunque los alimentos transgénicos pudieran tener alguna proteína distinta que pudiera ser alérgena, al tratarse de alimentos OGM son sometidos a muchos más exámenes y pruebas antes de que sean aptos para ser lanzados al mercado.
 
Un asunto poco claro 
Lo cierto es que todavía no hay una respuesta clara a si debemos o no preocuparnos por el consumo de este tipo de alimentos. Los que advierten que son peligrosos no podrán demostrarlo hasta dentro de lo que podrían ser años, y los que nos aseguran que son inofensivos nos piden que confiemos en una serie de pruebas que en muchas ocasiones realizan las propias industrias del sector.
Como hombre precavido vale por dos, os dejo pinchando aquí una guía muy interesante y muy sencilla de Greenpeace sobre alimentos españoles que llevan o no transgénicos. Por lo menos para que el que consuma transgénicos sea consciente de que lo hace.

lunes, 13 de mayo de 2013

Los transgénicos en la UE




Dentro de la Unión Europea, España y Rumanía son dos de los estados con mayor porcentaje de cultivos transgénicos, y eso tiene bastante relación con la amplia presencia en los curriculum vitae de algunos de sus ministros de colaboraciones con empresas como Monsanto.
Así lo ha denunciado la Coalición por el Medio Ambiente de Rumania, que ha señalado que el nuevo ministro de agricultura, Stelian Fuia, ha trabajado bastantes años para el mayor productor de organismos modificados genéticamente a nivel mundial, la norteamericana Monsanto.
El Ministerio de Agricultura de Rumania tiene una larga historia de relaciones con las empresas multinacionales relacionadas con los transgénicos. Al frente de esta institución se encontraba, hasta ahora, Valeriu Tabara (ministro en los periodos 1994-1996 y 2010-2012), y también conocido por los conflictos de intereses en este tema.

Stelian Fuia ya se ha pronunciado abiertamente hacia esta tecnología de modificación genética, en relación con la agricultura, mostrando todo su apoyo para esta biotecnología.

También en España han sido bien conocidas las relaciones entre algunos responsables del gobierno de la agricultura con empresas interesadas en el desarrollo de la agricultura transgénica, como Elena Salgado o Cristina Garmendia, entre otras, situación que provocó que España volviera a ser en 2011 el líder europeo en cultivos de semillas genéticamente modificadas.
Según el “Informe Anual sobre la situación mundial de la comercialización de cultivos modificados genéticamente en 2011” publicado por el International Service for the Acquisition of Agri-Biotech (ISAAA), la Unión Europea alcanzó en 2011 un récord histórico en el cultivo de semillas modificadas genéticamente con 114.624 hectáreas sembradas, lo que supone un incremento del 26 % respecto a 2010 con 23.186 hectáreas más.
Un total de ocho países europeos sembraron semillas modificadas genéticamente. España, República Checa, Portugal, Eslovaquia, Rumanía y Polonia volvieron a apostar por el maíz Bt sembrando 114.607 hectáreas, 23.414 hectáreas más que en 2010. Alemania y Suecia apostaron por segundo año consecutivo por la siembra de la patata modificada genéticamente Amflora con 17 hectáreas.

A pesar de las aparentes trabas impuestas por la UE al cultivo de transgénicos, estos han seguido creciendo hasta ahora, y, sabiendo como funcionan las decisiones políticas en los regímenes capitalistas, la imposición de miembros en los gobiernos nacionales por parte de las multinacionales del sector, es una estrategia clave para romper cualquier rechazo social ante el envenenamiento progresivo que las grandes corporaciones alimentarias pretenden llevar a cabo para obtener beneficios.

Monsanto es el mayor productor de organismos modificados genéticamente a nivel mundial, y ya ha sido acusado en diversas ocasiones de manipulación y tráfico de influencia en Estados Unidos, India o diferentes países de América Latina, países donde sus cultivos patentados e invasivos hacen que los pequeños agricultores locales se empobrezcan, imposibilitados a cultivar otra cosa que no sea la semilla de Monsanto.

En Rumania las “megaproducciones” han descendido en los últimos años debido a las enormes trabas burocráticas de sus gobiernos y al rechazo popular, aunque sigue siendo uno de los países de Europa con mayor índice porcentual de los cultivos transgénicos en relación a su número total de cultivos. Pero los esfuerzos de sus ministros de agricultura siempre han sido significativos para que Monsanto, Bayer y el resto de farmacéuticas y grandes corporaciones alimentarias, que apuestan por los organismos modificados genéticamente para hacerse con el control del mercado mundial, consigan sus objetivos en Rumania.

Según los sondeos de opinión, los consumidores rumanos no desean consumir organismos modificados genéticamente, y en un estudio de Omnibus en 2010, el 74% de los rumanos se declararon en contra de su cultivo, y el 81% pedían directamente su prohibición. Pero la opinión de los ciudadanos siempre ha importado bastante poco a los "representantes" políticos que, muy por encima de los de sus votantes, tienen otros intereses mucho más lucrativos que defender.



sábado, 11 de mayo de 2013

Miguel Calvo: “Un producto que no pueda consumir un humano no se debe sacar al mercado”

Miguel Calvo, es profesor del Departamento de Producción Animal y Ciencia de los Alimentos que pertenece al Área de Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Zaragoza. Ha publicado libros como Aditivos Alimentarios. Propiedades, aplicaciones y efectos sobre la salud y La ciencia y la tecnología de los alimentos. Algunas notas sobre su desarrollo histórico. Ha colaborado con la Comisión Científica de la Agencia Aragonesa de Seguridad Alimentaria para publicar el Informe relativo a los organismos genéticamente modificados, disponible en la página web del Instituto Aragonés de Estadística.


¿Por qué surgen los transgénicos?
Por dos razones: la capacidad de crear transgénicos y el beneficio económico que se puede conseguir a través de ellos. Los primeros productos fueron la insulina (ahora toda la insulina es transgénica) y la timosina (que es una enzima para fabricar el queso). Se implantaban los genes en bacterias para que fabricasen las proteínas.

Ahora los genes se implantan en vegetales también, ¿es más difícil insertar los genes en estos organismos?
Sí, los transgénicos vegetales son más complicados porque sus células tienen un genoma mucho más retorcido.

¿Qué peculiaridades tiene el maíz transgénico de Aragón?
El maíz transgénico de Aragón es resistente a insectos, de manera que el barrenador del maíz, que es endémico del Ebro, no se va a comer la cosecha de maíz transgénico porque en el momento en que muerde el maíz, se muere.

¿Cómo se consigue ese maíz transgénico?
Hemos colocado en el maíz una toxina bacteriana de un patógeno que afecta a ese tipo de lepidópteros y que le causa la muerte. 

¿Y esa toxina no es peligrosa para otros organismos que coman ese maíz?
Es inocua para un consumidor, para un cangrejo o para cualquier otro animal. Solo los lepidópteros son la diana de la toxina. No hay que usar insecticidas, tampoco hay que vigilar la plaga, porque si aparece, ella sola se envenena. La semilla de maíz transgénico es lo suficientemente más cara para que la empresa gane dinero y para que al agricultor le salga rentable.

¿Qué controles pasan los transgénicos? ¿Los hacen las propias administraciones privadas?
Este tipo de controles los hacen las industrias, sí. Puede parecer que lo ideal sea lo contrario pero si el producto industrial va a beneficiar a una industria lo normal es que la industria sufrague los gastos. Si le pedimos a la administración que controle los productos industriales, estamos pidiendo que gaste dinero en negocios privados.

¿Cada industria hace entonces su propio control?
Las industrias siguen un protocolo según una normativa y aportan los resultados a los organismos correspondientes. Revisan que el protocolo es correcto, que los resultados también, y lo autorizan.

¿Cuánto duran los controles?
Depende de lo que se busque. En el caso de los transgénicos se buscan efectos de toxicidad aguda. Suelen ser unos meses.

¿Ha habido algún caso en el que un producto transgénico haya fracaso por estos controles?
Sí, la soja con una proteína de la nuez de Brasil para alimentación animal. Después de fabricarla se dieron cuenta de que muchos humanos son alérgicos a la nuez de Brasil y que ese producto podría sentarle mal a un humano. Por tanto, nunca se comercializó, nunca se llegó a plantar en el campo y se tiró un experimento que costó muchos millones de dólares. No se puede hacer un transgénico que no sea seguro para los humanos con la excusa de que se va a emplear solo para alimentación animal porque lo que vaya a alimentación animal acabará en la cadena humana.

Entonces… ¿son seguros los alimentos transgénicos?
El maíz transgénico que se cultiva en Aragón lo llevan comiendo los estadounidenses diez años y hasta ahora no ha habido problemas. Lo llevan comiendo las vacas y cerdos españoles también diez años. La ganadería no es un sitio donde un 5% de producto transgénico se note. No ha habido ningún caso de alergias en humanos. Y es raro, porque podría haber aparecido alguno. No ha aparecido ninguno porque la toxina no es particularmente alergénica.

Un 35% de los productos transgénicos de Europa se cultiva aquí, en Aragón.
Claro, el maíz transgénico. Pero es que aquí es beneficioso. Francia se opone a que se cultiven transgénicos y a que se autoricen. Sobre todo los que tienen que ver con el taladro del maíz, que es una plaga que afecta a los cereales pero al maíz especialmente.

Si los transgénicos son seguros, ¿por qué Francia se opone a su cultivo?
Francia no tiene taladro del maíz como problema; España, sí. Se cultivan aquí los transgénicos porque aquí sí tienen utilidad. En otros lugares no hay los problemas que tenemos nosotros ni necesitan pagar más por la semilla. El problema es comercial: si en España se cultiva el maíz transgénico, resulta que no se importa el maíz francés. Pero la defensa que hace Francia de esta postura tiene que ver con el medio ambiente y, según ellos, no tiene que ver con el dinero. 

Cuando se crean las semillas transgénicas, ¿se tienen en cuenta los problemas a los que se enfrentan los cultivos en cada lugar específico donde se comercializan?
No se hila tan fino. Se puede hacer y se va a ir haciendo. Hay varias toxinas, según el insecto se puede elegir una u otra. La toxina que se utiliza de lepidópteros.

¿Qué impacto tienen los transgénicos sobre el medio ambiente?
La ventaja de los transgénicos es que sus herbicidas son inocuos para cualquier familia que no sea un lepidóptero. La ventaja que tiene el maíz transgénico desde el punto de vista ecológico es la reducción clara del uso de insecticidas.

¿Qué diferencia al glifosato de otros herbicidas?
El glifosato es una proteína. Las proteínas se destruyen con muchísima facilidad: se destruyen por calentamiento, por descomposición en el medio ambiente, por los microorganismos que se las comen. No pasan a ningún sitio porque se destruyen antes y aunque pasaran, serían una proteína más. 

¿Los insecticidas químicos tardan más en descomponerse?
En general sí, y no son selectivos. Un insecticida químico que mate a un insecto, casi seguro va a matar a un cangrejo, probablemente no le va a sentar bien a una rana y los humanos nos pueden afectar menos pero seguramente también nos vamos a ver afectados. Es mucho más general el funcionamiento de estos insecticidas químicos que el glifosato, que solo afecta a una determinada familia de lepidópteros siempre que coman parte de la planta del maíz.

¿Qué dificultades se encuentran para localizar los genes que se insertan en los maíces transgénicos?
Lo difícil ha sido insertarlo. La toxina se conocía desde hace tiempo y la bacteria que la sintetiza también. El genoma es muy complicado: la proteína es muy grande y el trozo activo es una parte de la proteína. Fabricar el gen y colocarlo en la bacteria ha sido muy complicado. El concepto básico era muy sencillo. Había que encontrar el gen, coger el trozo valioso del gen y colocarlo.

Por ahora hemos hablado de vegetales transgénicos, ¿habrá animales transgénicos en el futuro?
Habrá cualquier cosa que tenga mercado. Ya hay animales transgénicos. Ahora venden unos peces fluorescentes que son transgénicos, con un gen de medusa. El problema de los animales es que no hay grandes cosas que se puedan hacer con ellos. Hay un campo interesante que es la leche. Un campo de investigación es conseguir vacas que hagan leche que se parezca más a la humana.

¿No sirve la leche propia de la vaca?
La leche de cada animal está diseñada para cada animal en concreto (proteínas, azúcares, etc.). Todos los organismos sanitarios mundiales recomiendan el uso de la lactancia materna porque la leche humana contiene la lactoferrina e inmunoglobulinas. Las inmunoglobulinas son inimitables pero la lactoferrina sí se puede imitar. 

¿Cómo se conseguiría imitarla?
Se puede coger el gen de la lactoferrina humana, colocarlo en vacas y hacer que las vacas fabriquen la lactoferrina humana en su leche. Hay muchas empresas que han hecho eso.

¿Es un negocio rentable?
Tiene un coste más alto. Si hacemos la experimentación con cereales, podemos tener varias generaciones de cereales al año. Con una vaca no. Los plazos de tiempo son mucho más largos porque para esperar que una vaca dé leche y ver cómo la da tenemos que esperar varios años. Las empresas quieren acelerar ese proceso.

¿Hay otros ámbitos donde se pueda aplicar la modificación genética en animales?
No veo ninguna otra aplicación de la transgenis porque la mejora de la carne se puede conseguir por otros medios de selección convencional. Además, nos enfrentamos al problema del movimiento animalista, que en Europa es muy fuerte. Yo no esperaría grandes cosas en animales. Se han hecho cosas, como un salmón de crecimiento rápido pero pueden representar algún problema desde el punto de vista ecológico.

viernes, 10 de mayo de 2013

La soberanía alimentaria y su relación con los transgénicos


El cultivo de transgénicos es una cuestión política. Así lo describe Nacho Escartín, portavoz de Aragón Sin transgénicos, un colectivo que se define por promover alternativas al sistema. Escartín explica:  “Somos gente que cultiva, vende sus poductos a sus vecinos o en el mercado, se guarda las semilla, rota los cultivos… sabe de campo. Colaboramos entre nosotros y nos organizamos; es lo que se conoce como soberanía alimentaria".

El concepto fue utilizado con mayor relevancia desde que 1996 lo empleó Vía Campesina en Roma con motivo de la Cumbre Mundial de la Alimentación de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

La soberanía alimentaria se establece como el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles y producidos de forma sostenible y ecológica.
¿Entra en conflicto con el uso de los transgénicos? ¿El derecho de cada pueblo de decidir su propio sistema alimentario y productivo pasa por tener la libertad también de elegir usar transgénicos?



La soberanía alimentaria pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en un sistema por encima de las exigencias  de los mercados y de las empresas.
No sólo es una cuestión de libertad sino de la defensa de los intereses de unas generaciones futuras y de autogestión; ya que promete una estrategia para subsistir y hacer que los sistemas alimentarios pasen a estar gestionados por productores y productoras locales, no por grandes multinacionales.

¿Es esto positivo?

En una situación crítica como la actual, marcada por el desempleo y la pérdida del poder adquisitivo de la mayor parte de la población, no parece sonar mal una soberanía alimentaria que de prioridad a las economías locales y coloque la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica. Promoviendo un comercio transparente y garantizando unos ingresos dignos y derechos para los consumidores.

¿Suponen los transgénicos una relación de opresión entre empresas y productores? ¿Al ser grandes empresas las que proporcionan estas semillas y cultivos, condicionan la libertad de el productor y hacen que prime, como siempre, el interés del mercado por encima del social?


miércoles, 8 de mayo de 2013

José Manuel Leciñena: "El objetivo de todos los agricultores es sacar la mayor cantidad de cosecha posible”




Hasta ahora hemos hablado más de la parte contraria al uso de transgénicos que de quienes lo ven como una ventaja. Héctor Castán, ingeniero técnico agrícola especializado en Industrias agrarias y alimentarias, ya nos hablaba en un post sobre algunos de los beneficios de los transgénicos; así como Miguel Calvo, profesor del Área de Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Zaragoza, nos explicaba su funcionamiento. Pero hoy queremos ir más allá para contrarrestar las opiniones ofrecidas por agricultores ecológicos en otras publicaciones

Por eso hemos hablado con José Manuel Leciñena, agricultor de productos transgénicos. Decidió empezar con este tipo de cultivos “porque la cantidad de la cosecha es mayor y el cultivo sufre menos plagas”. Principalmente, el tratamiento empleado en este caso está destinado a erradicar la araña roja, un ácaro muy común en el clima mediterráneo, que puede aparecer en todo tipo de cultivo hortícola, extensivo, ornamental, frutal… Su principal daño es que la planta queda deshidratada.

 

Leciñena compra las semillas transgénicas a los mismos proveedores que venden las variedades tradicionales. Planta su cultivo y lo cuida durante el periodo de crecimiento de las plantas; después de la cosecha, vende su producto a las cooperativas de compra de grano. “El transgénico va destinado a pienso de animales y el convencional se destina principalmente para el consumo humano, aunque también es habitual usarlo para pienso”, señala.

Pero este agricultor también tiene cultivo convencional –aunque menos, por ser menos productivo– para cumplir con el “refugio” o perímetro de cultivo no transgénico que debe cumplir por norma para no contaminar los cultivos de sus vecinos.

José Manuel nunca ha tenido problemas con nadie por cultivar transgénicos, y es que él cree que no hay tantas diferencias entre los agricultores ecológicos, convencionales y de transgénicos: “no hay unos objetivos diferentes por cultivar productos transgénicos, el objetivo común para todos los agricultores es sacar la mayor cantidad de cosecha posible con una calidad óptima”.

viernes, 3 de mayo de 2013

Quiero tener un cultivo ecológico... ¿Y poder?


Tener un huerto ecológico no es tan fácil como decidir comprar semillas ecológicas, sembrarlas y recoger los frutos. En primer lugar, es necesario cumplir varias normas para que el Comité Aragonés de Agricultura Ecológica (CAAE) declare los cultivos como ecológicos. Un velador controla todo lo que se hace en el campo que se propone para ser ecológico y se analizan los productos. Cuando se cumplen los dos años de control, la tierra es ecológica y también los productos que salen de ella.

Pero estas trabas, que no son pocas, no son las únicas para los agricultores ecológicos. Aunque los cultivos de transgénicos tienen que estar rodeados por un perímetro de producto que no esté modificado genéticamente, por norma, en muchas ocasiones contaminan los cultivos ecológicos. 

Carlos Polo, técnico de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA), explica dónde está el conflicto: “los problemas vendrían por contaminación de las producciones ecológicas por la polinización cruzada de la variedad OGM que contiene el gen MON810”.


“Según el Real Decreto de Coexistencia, debe haber una distancia entre cultivos, pero la distancia es ineficaz porque el polen vuela más de los metros que ponen. Realmente lo que tienen que tener es una “zona refugio”, para evitar que se creen  resistencias en la fauna hacia el gen insecticida” –explica Carlos Polo–, “es decir, si toda la zona tiene este gen, nacerán insectos resistentes a él. Para evitar eso se ponen zonas que no son transgénicas para que allí vivan insectos susceptibles al insecticida para que así no haya problemas de resistencias”.

La contaminación hace que los agricultores que consiguen que sus campos sean catalogados como ecológicos, solo puedan vender sus productos como convencionales. La contaminación es suficiente para que se descalifiquen para agricultura ecológica, pero normalmente no deberían ser lo bastante como para que sean etiquetadas como transgénicas  (debería etiquetarse como tal cuando superara el 1% de modificación genética). 

Las semillas ecológicas tienen un coste elevado que las convencionales; los cultivos ecológicos llevan más trabajo que los convencionales, y por tanto los productos resultantes de los agricultores ecológicos tienen un valor añadido que hace que sean más caros que los convencionales. 

Pero si tus cultivos, inicialmente ecológicos, son contaminados por transgénicos y pasan a ser convencionales… el producto final no se puede vender como ecológico, y el agricultor pierde dinero como consecuencia de esa contaminación de la que hablamos. 


Juan Carlos Simón es agricultor desde siempre: cosecha más de 500 hectáreas de cultivos ecológicos y convencionales entre forrajes, cereales y leguminosas. Lleva más de veinte años trabajando el campo sin utilizar insecticidas ni fungicidas. Sin embargo, su cultivo no es ecológico: ha sido varias veces contaminado. “La agricultura convencional solo me ha creado problemas de salud y de ética; es rentable, siempre y cuando no te contaminen, y te ayuden tal y como se ayuda al convencional. Hago agricultura ecológica sin declarar y la vendo como convencional”. 

En la práctica, ¿qué es más rentable, el cultivo de transgénicos, el  convencional o el ecológico? “Los transgénicos nunca dan más cosecha que sus isogénicos convencionales. Si se trabaja adecuadamente, cualquier buen maíz convencional puede producir más que el transgénico. Esto lo han comprobado muchos agricultores grandes ya y han vuelto a utilizar el cultivo convencional”, explica Juan Carlos. “El ecológico tiene otro mercado y otro sistema: no es comparable. En ecológico sin gastar sacar la mitad puede significar sacar el doble de dinero, siempre y cuando no te contaminen”.

Esta situación genera muchos problemas entre agricultores de cultivos ecológicos y agricultores de transgénicos. “Yo siempre me he negado a denunciar a mis vecinos: he hablado con ellos. Vivo en Tauste y nos conocemos todos. Al final tienes que convivir e interrelacionarte”. Esa es la clave, ya que en Aragón no existe legislación al respecto. 

Pero no todo es malo, según cuenta Juan Carlos: “Se está reduciendo mucho la superficie de transgénicos en Aragón. He hablado con los vecinos y, con algunos trucos de siembra, empiezo a no ser contaminado y podré volver al cultivo ecológico”.


Alberto Lasala era agricultor convencional de maíz y alfalfa, pero no se conformó con ello porque le veía poco futuro, así que se puso una huerta ecológica. “Si un agricultor está envenenando a la gente venga a echar insecticidas y a usar invernaderos, tiene un fallo muy grande: no está cumpliendo con su función del agricultor porque no está alimentando bien a la gente”.

Sobre el uso de transgénicos, opina que “está todo pensado para conseguir dinero rápidamente. Esos productos híbridos no van a ninguna parte, no hacen más que acumular nitrógeno y agua envenenada, y no alimentan”. 

Y está convencido de que no es necesario echar mano de transgénicos, híbridos, sulfatos ni insecticidas porque según él, en Aragón “podemos producir mucho y barato porque tenemos buenos vientos, buenas aguas”.


Amelia y Ángeles Gracia son dos hermanas de Montañana que tienen huertas ecológicas. “Cultivo verdura, fruta… solamente con fiemo y agua, sin sulfatos. Lo que se cría con el fiemo, crece sin coger gusanos, pero si les echas sulfato, debajo te salen más y eso no es ecológico”. 

Aunque las dos tienen más de 70 años, son firmes defensoras de la agricultura ecológica: “Me da lo mismo que la fruta salga más fea, yo la cojo y sé lo que me como, pero si la compro en la verdulería, no lo sé”.