“Ellos tienen la patente de su variedad transgénica”, cuenta Ignacio Escartín, miembro de la plataforma Aragón sin transgénicos, “y los agricultores, cada año, tienen que volverla a comprar. No les permiten guardar las semillas, mantenerlas y volverlas a cultivar; no, cada año tienen que volverlas a comprar”. Esto hace que los agricultores no puedan mejorar sus cultivos mediante la selección de semillas. Aragón sin transgénicos lucha por la denominada Soberanía Alimentaria: la definición de políticas alimentarias que tengan en cuenta el desarrollo sostenible y la seguridad de los alimentos. “Somos gente que cultiva, que vende los productos a los vecinos. Nos guardamos las semillas, rotamos los cultivos. Cuidamos del campo, colaboramos entre nosotros y nos organizamos…”, comenta Escartín.
El aumento del uso de semillas transgénicas protegidas por la patente es que la alimentación puede terminar convirtiéndose en un negocio de un oligopolio. “El problema de los transgénicos no solo es la inseguridad de los productos”, concreta Carlos Polo, técnico de Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA), “es el control de la alimentación por parte de unas pocas empresas: tres o cuatro empresas controlan el 90% de la alimentación mundial”.
¿Y tú qué opinas sobre la existencia de las patentes?
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